Más de cuatro millones de personas viven en España con menos de 644 euros al mes. Como no arman ruido, ni cortan carreteras, ni salen en las fotos, ni a las figuritas mediáticas o a los tertulianos de carnet les sirven para su guerra sucia ideológica, permanecen invisibles y han aprendido a ser pobres sin molestar. Lo que vende es difundir las mentiras e infamias de Mazón; dar "vox" a Santi y los suyos para que desgranen sus falsos discursos supremacistas y cargados de odio; atender a la última bufonada prevaricadora del juez Peinado; empachar al personal con las provocaciones fascistas de Vito Quiles; enseñarnos la bronca continua de la que viven muchos políticos mediocres e incapaces; hablar de las necedades de un fulano deshonesto y vengativo como el Emérito... Ahora la pobreza es educada, esa que compra lo mínimo y para el resto hace cola callada en los comedores sociales, se disculpa por existir; trae algunos tápers de casa de la abuela y procura esconder a sus hijos su precariedad. La pobreza actual ya no huele mal, no llama la atención. En Madrid, el 20% más rico gana cinco veces más que el 80% restante. Pero nadie se escandaliza de que su gobierno haga una política que favorece sistemáticamente a ese 20% mientras se opone a cualquier medida que mejore la vida de los menos pudientes. La desigualdad ya no escandaliza. Nos hemos acostumbrado a que haya quien no pueda calentar la casa, llenar la nevera o pagar el alquiler y cuando la indiferencia sustituye a la justicia, el sistema respira tranquilo: ha logrado domesticar la pobreza. Ha logrado que nos quedemos ciegos, incapaces de ver a esa cuidadora que trabaja por horas, ese inmigrante que trabaja diez horas diarias sin contrato por 400 euros, ese jubilado que empieza a temblar en noviembre. La pobreza de hoy es casi invisible. Crecemos, batimos récords, pero la desigualdad aumenta y niega el futuro. No basta con ayudas que apenas evitan la caída. Hay que tocar lo intocable: alquileres, sueldos, fiscalidad. Por mucho que a ese 20% le joda. Si aceptamos que cuatro millones vivan con 644 euros al mes, no somos un país decente: somos quien ha educado a sus pobres para no molestar. Y mientras, seguimos dando voz a los que nos prometen el oro (que nunca nos darán) y "echar al moro". Pero cuando se deshagan de los más pobres tú habrás bajado un escalón.
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