sábado, 1 de noviembre de 2025

Esclavos del algoritmo

En esta sociedad donde a tanto monigote se le llena la boca de la palabra libertad, resulta que vuelven a aparecer distintos modos de esclavitud en su forma de régimen de servidumbre. El individuo ya no es ciudadano: es usuario, cliente, dato. El desclasado, el apolítico, el ignorante, el emprendedor ingenuo… todos giran en torno a un sistema que nos devora mientras nos promete éxito, visibilidad, pertenencia. Pero lo que recibimos es ansiedad, precariedad, aislamiento. Somos piezas de una maquinaria que no entendemos, pero que se alimenta cada día con nuestro tiempo, nuestra atención, nuestro deseo. Y buena parte de ello nos llega por nuestro teléfono. El algoritmo es el nuevo capataz. Decide qué ves, qué sientes, qué crees. Te premia si confrontas, te castiga si reflexionas (te censura y no te viraliza). Te empuja a odiar al pobre, al migrante, al diferente, mientras oculta a los verdaderos amos del cortijo: los fondos de inversión, los complejos militares-industriales, las transnacionales que saquean el planeta. Todo realizado sigilosamente, como una gran maniobra de distracción. Una coreografía de espejismos. Nos enfrentan a los de abajo para que no miremos hacia arriba. La sociedad actual es un teatro de sombras. Las redes sociales simulan comunidad, pero son cápsulas de soledad. El trabajo simula dignidad, pero es una carrera sin meta. La política simula representación, pero es un juego de trileros. Y el individuo, perdido en este laberinto, cree que vive, que emprende, pero lo que hace es sobrevivir. Cree que opina, pero lo que hace es repetir. Cree que elige, pero lo que hace es aceptar. Hay una más que significativa coincidencia entre las redes y la ultraderecha. Ésta se alimenta de estructuras emocionales profundamente arraigadas. Supuestamente ofrece orden, pertenencia, identidad. Pero lo hace a costa de la libertad, la empatía y la conciencia crítica. Exactamente lo mismo que acaba liquidando el algoritmo. Las corporaciones tecnológicas, por medio de los algoritmos de las redes sociales, amplifican el discurso del odio y la polarización, generando una falsa sensación de participación mientras manipulan emocionalmente a los usuarios. Y, sobre todo, distraen su atención para que no perciban quién es el auténtico responsable de su malestar. ¡Nos roban!, dicen muchos cabreados. Pero no se paran a pensar: ¿A quién va a parar el beneficio del "robo", a masas empobrecidas -que contradicción- o a las élites cada vez más ricas? Que saquen conclusiones.

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