Si algo fue, fue un amante de la vida, un devorador de la vida, que se bebía a grandes tragos, y en la que se revolcaba, feliz y triste al mismo tiempo. Si algo es, es un ser hondamente vital, explorando todos los recovecos de la existencia, hurgando en sus pliegues, enfangándose en las luces y las sombras del mundo, entre carcajadas y quejidos. Pero siempre insumiso a sus leyes y fronteras, incompatible con las normas que laminan el vuelo de la imaginación y el advenimiento del placer. Por eso en su territorio abundan las exclamaciones y las preguntas, que revelan tanto dudas como asombros. Registra con minucia lo que le sucede al ir viviendo, al ir desengañándose, al ir cumpliendo años, pero conservando la frescura de una piel acariciada, de una fruta recogida del árbol o de un aroma captado en el aire fresco. Y al final de su diario está escrito:
Debe haber un lugar que no conozco.
No sé de dónde vengo.
No sé adónde voy.
Soy un hombre de paso.
Debe haber un lugar.
He de llegar allí para quedarme.
Pero no sé si tendré tiempo
para vivir lo no vivido,
para matar lo que viví,
para vivir la muerte antes de que me muera.
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