Pues ya son sesenta años compartiendo vida. No son sólo años vividos, sino también sentidos. Uno puede pasar toda una vida junto a alguien sintiéndolo lejos o lejos de alguien sintiéndolo cerca. Eso pasa porque no es lo mismo distancia que lejanía. No sabría explicar por qué, pero siempre he pensado que nuestro vínculo es especial, porque ha sido capaz de sobrepasar los problemas, las barreras, los distanciamientos. No era necesario estar juntos para saber que en ti tenía alguien en quien confiar. Supe pronto que ambos teníamos que enseñarnos que la vida nos tenía sorpresas preparadas para el futuro. Cosas buenas y malas. Creo que los dos hemos aprendido que, la mayoría de las veces, las cosas malas nos causan daño pero también nos enseñan que tenemos que aprender a no equivocarnos de nuevo. Yo, que siempre he creído que aprender es bueno, te agradezco las lecciones de vida que me has enseñado. También te agradezco que hayas confiado en mí en momentos donde eso era difícil.
Sé que en estos momentos tú te sientes decaída y tal vez perdida, con la sensación de estar en un barco sin rumbo que no sabe a dónde va, pero quiero que sepas que yo estaré siempre ahí, como un faro encendido en la costa oscura, hasta que tu vuelvas a sonreír.
Sé que no puedo hacer que tus problemas se solucionen, ya que no soy bueno para solucionar mis propios problemas. Pero si sé mantener el brazo extendido y la mano abierta, aunque sienta cansancio, aunque me duela.
También sé que no puedo hacer que dejes de sentir temor algún día en tu vida. Todos los sentimos y el que no lo haga es un suicida. Pero si puedo escucharte y buscar junto a ti caminos de salida. Sé también que no puedo cambiar tu pasado, ni siquiera tu presente, porque no tengo una máquina del tiempo ni Dios me hace caso alguno, pero quiero decirte que cuando me necesites siempre encontrarás una luz encendida y una puerta abierta para que entres y me cuentes toda tu tristeza y desilusiones. O mejor, que me alegres contándome tus alegrías, pues tus alegrías y tus ilusiones no son mías, pero las disfruto sinceramente cuando te veo feliz. No puedo evitar que sientas vértigo, pero te ofrezco mi mano, mi hombro, mi mirada, mi vida, para que te sujetes y puedas seguir dando pasos. A lo peor tropezamos los dos, pero tropezaremos juntos.
Nunca he juzgado, ni juzgaré, las decisiones que tomes, solo te apoyaré y te ayudaré si me lo llegas a pedir. Hasta que tu corazón ya no se sienta deprimido y sin fuerza.
No voy a decir sesenta años, pero llevo muchos, muchos años, sabiendo que no puedo decirte quién eres, ni quién deberías ser. Sólo puedo quererte como eres y estar cerca.
Así que, hermana, quiero hoy que sepas que cuando alguna vez llegues a sentirte sola, y veas a tu alrededor solo vació, y no puedas llorar…, yo estaré cerca. Y si llegas a sentir pena y tristeza y sientas una herida en tu corazón y que todo en ti está inerte, yo seré la vida. Y si alguna vez no sientes nada y quieres sonreír, pero no puedes, yo seré la puerta abierta y un camino.
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