viernes, 21 de noviembre de 2025

Grupo21

Ocurre que transitamos últimamente por el mundo con la sensación de que un olor rancio y nauseabundo lo inunda todo. Es como si en algún sitio hubiese algún "bicho" muerto. En realidad, lo que pasa es que hay tantas cosas pudriéndose que el olor a descomposición lo impregna todo. Ocurre que para mucha gente nada parece encajar. Que el mundo parece haberse salido de sus goznes. Que todo queda, o demasiado grande o demasiado pequeño para su fin. Que la ideología altoburguesa está mucho más extendida que la clase social que le da nombre. Que los barrios obreros se han llenado de ilusos que se creen "señoritos" por tener un piso hipotecado, un SUP de renting, un smartphone de gama alta, una póliza barata con Adeslas, tener a los niños en un concertado, ser "socio" de un gimnasio o vacacionar una semana en Isla Canela. Ocurre que el personal es cada vez más individualista. Y, ya sabemos, que el individualismo se torna fácilmente en egoísmo, ahogando así a la persona. Pero creo que el mayor problema es la ignorancia que, como un cáncer con rápida metástasis, nos está arrastrando al abismo. Estamos llegando a una ignorancia peligrosa que legitima la violencia, la injusticia o la explotación y exalta y premia a los peores autoritarismos y dictaduras. Esta ignorancia -pienso yo- no es sólo la ausencia de conocimientos. No, qué va. Es un estado de exaltación, confusión o soberbia que impide aceptar hechos y evidencias incómodos. Es una ignorancia - lo vemos a diario y en todos los ámbitos- que se refugia en negacionismos y conspiraciones, que acepta soluciones simplistas o falsas, que sustituye las ideas por eslóganes y el razonamiento por el visionado de videos en Tik Tok. Que apoya a figuras mesiánicas de depravada moral y alimenta un ánimo social de polarización y enfrentamiento. Y lo peor de la ignorancia es que, a medida que se prolonga, adquiere confianza. Al final todos somos ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas ni todos practicamos una ignorancia autolesiva. Ocurre que esta sociedad se ha convertido en una gigantesca máquina de generar insatisfacción y, a partir de ella, mucha gente acaba siendo un confuso revoltijo de instintos, emociones primarias y pulsiones no controladas. Gente como ese camarero del que habla María José son meros peones de una partida que no comprenden, ni siquiera sospechan. Renuncian a todo proyecto de construcción personal. Solo bajo el paraguas del grupo dominante se sienten a salvo, creen ingenuamente a cualquier populista que les da la razón, o que se la quita a "los otros", sin reparar que eso no es algo más que un anzuelo para incautos. Sin intelecto y sin conciencia moral, la facultad de juzgar correctamente desaparece. La incoherencia, la confusión, el absurdo..., dominan el mundo. Un mundo que se ha convertido en un gigantesco Ventorro, donde a muchos comensales les importa una mierda lo que les pase a los demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.