Pasarán estos días como pasan todos los días malos de la vida.
Amainarán los vientos que te azotan.
Se secará la sangre de tu herida.
El alma dolorida volverá a su nido.
Lo que ayer se perdió será encontrado.
El sol brillará sin mancha
y saldrá nuevamente en tu horizonte.
Y dirás frente al mar:
¿Cómo he podido
sin brújula y perdida
llegar a puerto con las velas rotas?.
Y una voz te dirá:
¿Que no lo sabes?.
El mismo viento que azotó tu rostro
es el que hace ahora volar a las gaviotas.
Y después verás
que hay un árbol
dormido
junto al agua serena,
que guarda tus nostalgias
en su voz detenida.
Sus ramas son recuerdos
de una tarde pasada,
sus hojas son caricias
que el viento te susurra.
Deja allí tus sueños rotos,
tu raíz y tu pena,
la sombra que fuiste un día,
la duda no extinguida.
Vuélvete entonces y mírate en el río,
verás que su reflejo
te ofrece otra vida
como espejo que recuerda
la hermosura de antaño.
Te devolverá el viento
las flores consumidas,
el perfume de tus horas perdidas.
Recuerda entonces
que si el hombre perece,
la tierra lo mantiene
y el árbol del recuerdo,
callado, lo sostiene
como un hijo dormido
en brazos del perdón.
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